El regalo by Danielle Steel

El regalo by Danielle Steel

autor:Danielle Steel [Steel, Danielle]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1994-07-01T04:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

La semana siguiente, Tommy pasó por el restaurante cada tarde. Por las noches la iba a recoger y la acompañaba a casa en coche, y el domingo la llevó a cenar y al cine. Pero el siguiente día libre que tuvo Maribeth, Tommy se negó a llevarla de nuevo al lago. Tenía un plan mucho más importante. Había cogido a hurtadillas la agenda de su madre y había anotado el nombre y la dirección de su médico. Desde la muerte del viejo doctor Thompson, años atrás, Avery MacLean era el ginecólogo de Liz, y la había ayudado a dar a luz a sus dos hijos. Era un distinguido señor de cabello canoso e ideas y técnicas más modernas que sus maneras. Aunque era muy cortés y ceremonioso, estaba absolutamente al día en las prácticas médicas más avanzadas. Tommy sabía que su madre estaba muy satisfecha de él, y Maribeth debía ver a un médico.

Pidió hora de visita a nombre de la señora Robertson y por teléfono se esforzó en imitar la manera de hablar de su padre, con tono grave y campechano, pese a que le temblaban las manos. Al preguntarle la enfermera quién llamaba, contestó que el señor Robertson, y agregó que acababan de mudarse a Grinnell, que eran recién casados y su esposa necesitaba una revisión. Al parecer, la enfermera no desconfió.

—Pero ¿qué le digo? —Maribeth lo miró aterrorizada cuando él se lo contó.

—Lo sabrá al hacerte el reconocimiento. No tienes que contarle nada. —Tommy trataba de aparentar más confianza de la que sentía, así como estar familiarizado con el tema, pese a que sus conocimientos dejaban mucho que desear. Lo único que sabía del embarazo era que hacía seis años su madre había llevado vestidos anchos durante una temporada, más lo que recordaba del Show de Lucille Ball por la televisión el año anterior, cuando anunció que estaba encinta.

—Me refiero a qué voy a decirle de… del padre del niño. —Maribeth estaba muy preocupada, pero sabía que Tommy tenía razón: ella desconocía muchas cosas sobre su estado y debía hablar con un médico.

—Dile lo que contaste en el restaurante, que murió en Corea.

Ella lo miró con los ojos anegados en lágrimas y le preguntó:

—¿Me acompañarás?

—¿Yo? Yo… ¿Y si me conocen? —Tommy se sonrojó hasta las orejas. ¿Y si el médico la examinaba delante de él? ¿Y si suponía que él tenía algo que ver en el estado de Maribeth? Él ignoraba qué misterios encerraban los consultorios de ginecólogos. Y, aún peor, ¿qué ocurriría si el médico se lo contaba a sus padres?—. No puedo, Maribeth. Sencillamente no puedo. —Ella asintió con la cabeza mientras una lágrima le resbalaba lentamente por una mejilla. Tommy sintió que se le partía el corazón—. Espera, no llores. Ya se me ocurrirá algo. A lo mejor podemos decir que eres mi prima. Pero entonces seguro que se lo dicen a mi madre… No lo sé, Maribeth, podríamos decir simplemente que somos amigos, que yo conocía a tu marido y que sólo he ido a acompañarte.



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